Sínfisis Pubiana
Sarcoma de Células Pequeñas
Tumor Desmoplásico de Células Pequeñas Redondas
Huesos
Pelvis
Remodelación Ósea
Densidad Ósea
Médula Ósea
El hueso púbico es parte del hueso coxal, que forma la pelvis. Es la porción anterior e inferior del ilion (la parte más grande del hueso coxal) y se articula con el hueso púbico del otro lado en la sínfisis púbica, formando la parte frontal de la cavidad pelviana. Cada hueso púbico tiene una superficie superior convexa y una inferior cóncava, y juntas, estas superficies forman el borde anterior del acetábulo, donde se une la cabeza del fémur para formar la articulación de la cadera. El hueso púbico también contiene poros y canales para el paso de vasos sanguíneos y nervios.
La sínfisis pubiana es la articulación cartilaginosa entre los dos huesos pubianos, que son parte del hueso coxal en el esqueleto pélvico. Esta articulación está ubicada en la parte anterior de la pelvis y une los dos lados de la pelvis. La sínfisis pubiana contiene una capa fina de tejido conectivo fibroso y cartílago hialino, el cual permite un cierto grado de movilidad durante el parto y otras actividades físicas. También proporciona estabilidad a la pelvis y participa en la transferencia de cargas entre las extremidades inferiores. La sínfisis pubiana normalmente tiene un pequeño espacio articular, aproximadamente de 2 a 4 milímetros, el cual puede aumentar durante el embarazo y el parto.
La osteítis es una inflamación de los tejidos óseos. Puede ser causada por diversas condiciones, como infecciones bacterianas o fúngicas, traumatismos, cirugía ortopédica o ciertas enfermedades sistémicas. Los síntomas pueden incluir dolor óseo, hinchazón, enrojecimiento y calor en el área afectada. El tratamiento depende de la causa subyacente y puede incluir antibióticos, antiinflamatorios o cirugía en casos graves. Es importante buscar atención médica si se sospecha osteítis para un diagnóstico y tratamiento adecuados.
En terminología médica, un "ingle" se refiere a un quiste sebáceo inflamado e infectado en la región del lóbulo de la oreja. También se le conoce como un grano inglés o un furúnculo del lóbulo de la oreja. Puede causar dolor, hinchazón y enrojecimiento en la zona afectada. El tratamiento generalmente implica medidas de cuidado personal, como calor húmedo local y limpieza suave de la herida, aunque en casos graves puede ser necesaria la antibioterapia o incluso la intervención quirúrgica.
La cistostomía es un procedimiento quirúrgico en el que se crea una abertura (estoma) en la vejiga para permitir la eliminación de la orina. Esto puede ser necesario en situaciones en las que una persona tiene dificultad para vaciar espontáneamente la vejiga, como resultado de un daño nervioso, una obstrucción u otras afecciones médicas.
Existen dos tipos principales de cistostomía: temporal y permanente. La cistostomía temporal se realiza mediante un procedimiento endoscópico, en el que se inserta un tubo flexible (catéter) a través de la pared abdominal y la vejiga para drenar la orina. Este tipo de cistostomía se utiliza con frecuencia después de una cirugía u otras intervenciones médicas que pueden haber dañado temporalmente los músculos de la vejiga o los nervios que los controlan.
La cistostomía permanente, por otro lado, implica la creación de un estoma en la pared abdominal y la vejiga mediante una cirugía abierta. Este tipo de cistostomía se considera cuando otras opciones de tratamiento no han tenido éxito o no son viables. Después de la cirugía, la persona necesitará usar una bolsa de drenaje externa para recolectar la orina que sale del estoma.
La cistostomía conlleva riesgos y complicaciones potenciales, como infecciones, sangrado, daño a los tejidos circundantes y formación de estenosis (estrechamiento) en el estoma. Es importante que las personas que se someten a este procedimiento reciban cuidados apropiados y seguimiento médico regular para minimizar estos riesgos y garantizar una buena calidad de vida.
El sarcoma de células pequeñas es un tipo raro de cáncer que se origina en los tejidos blandos del cuerpo, como músculos, tendones, grasa y vasos sanguíneos. Este tipo de sarcoma se caracteriza por la presencia de células cancerosas pequeñas y redondas que se agrupan en manchas o cordones.
A diferencia de otros tipos de sarcomas, el sarcoma de células pequeñas es más comúnmente visto en adultos mayores y se asocia con una exposición prolongada al humo del tabaco. También puede ocurrir en otras partes del cuerpo, como los pulmones, el seno, la vejiga y la próstata, donde se le conoce como carcinoma de células pequeñas.
El sarcoma de células pequeñas se diagnostica mediante una biopsia, en la que se extrae una muestra de tejido sospechoso para su examen bajo un microscopio. El tratamiento puede incluir cirugía, radioterapia y quimioterapia, dependiendo del estadio y la ubicación del cáncer. Es importante buscar atención médica especializada si se sospecha de este tipo de cáncer, ya que su diagnóstico y tratamiento tempranos pueden mejorar las posibilidades de un resultado favorable.
El tumor desmoplásico de células pequeñas redondas (TDCPR) es un tipo raro y agresivo de cáncer que se origina en los tejidos blandos del cuerpo, como músculos, tendones o nervios. Este tumor se caracteriza por el crecimiento lento y progresivo de células redondas pequeñas dentro de una matriz desmoplásica, que es un tipo especial de tejido cicatricial formado durante la respuesta del cuerpo al crecimiento tumoral.
La mayoría de los casos de TDCPR se diagnostican en adultos mayores de 50 años y afectan ligeramente más a hombres que a mujeres. Los síntomas pueden variar dependiendo de la ubicación del tumor, pero generalmente incluyen dolor, hinchazón o sensibilidad en el área afectada, limitación del movimiento y pérdida de fuerza muscular.
El diagnóstico de TDCPR se realiza mediante una biopsia del tejido afectado, seguida de un examen histopatológico detallado para confirmar la presencia de células tumorales redondas pequeñas y la matriz desmoplásica. La evaluación adicional puede incluir pruebas de imagenología, como resonancia magnética o tomografía computarizada, para determinar la extensión del tumor y planificar el tratamiento adecuado.
El tratamiento de TDCPR generalmente implica una combinación de cirugía para extirpar el tumor, radioterapia para destruir las células cancerosas restantes y quimioterapia para prevenir la recurrencia del cáncer. Debido a su rareza y agresividad, el manejo de este tipo de cáncer requiere la participación de un equipo multidisciplinario de especialistas en oncología, cirugía y radioterapia.
Los huesos son estructuras rígidas, resistentes y porosas que forman el esqueleto del cuerpo humano. Están compuestos principalmente de tejido conectivo duro llamado tejido óseo. Los huesos tienen varias funciones importantes, incluyendo el apoyo estructural, la protección de órganos vitales, la facilitación del movimiento al servir como punto de unión para los músculos y tendones, y la producción de células sanguíneas en la médula ósea.
El tejido óseo está compuesto por una matriz mineral inorgánica rica en calcio y fosfato, que le da a los huesos su rigidez y resistencia, así como por fibras de colágeno orgánicas, que proporcionan flexibilidad y elástico. Los huesos también contienen células vivas llamadas osteoblastos, osteoclastos y osteocitos, que participan en la remodelación continua del tejido óseo a medida que el cuerpo crece y se repara después de lesiones.
Hay 206 huesos en el esqueleto humano adulto, divididos en dos categorías principales: huesos largos, cortos, planos y curvados. Los huesos largos, como los femures y los tibias, son más largos que anchos y tienen un eje central largo. Los huesos cortos, como los huesos del carpo y el tarso, son relativamente pequeños y de forma cúbica o esférica. Los huesos planos, como las costillas y el cráneo, son delgados y anchos, y proporcionan protección a órganos vitales como los pulmones y el cerebro. Finalmente, los huesos curvados, como la columna vertebral y el esternón, tienen una forma curva que les permite soportar cargas pesadas y proporcionar flexibilidad al cuerpo.
La pelvis, en anatomía humana, se refiere a la estructura ósea inferior del tronco que se compone de cuatro huesos: el sacro y el cóccix (formados a partir de la fusión de varias vértebras) y los dos iliones (que provienen de los extremos inferiores de los huesos coxales). Estos huesos encajan entre sí para formar una cavidad, la cavidad pelviana, que tiene una función mecánica importante durante el parto y también al soportar el peso del cuerpo en posición erecta. Además, dentro de esta cavidad se encuentran órganos vitales como los intestinos y los órganos reproductores y urinarios.
La remodelación ósea es un proceso fisiológico continuo en el que el tejido óseo vivo se renueva y mantiene a través del equilibrio entre la formación y reabsorción ósea. Está mediada por dos tipos de células: los osteoblastos, responsables de la formación de nuevo hueso, y los osteoclastos, que descomponen y reabsorben el tejido óseo existente.
Este proceso ayuda a mantener la integridad estructural del esqueleto, adaptándose a las demandas mecánicas y hormonales cambiantes en el cuerpo. La remodelación ósea también desempeña un papel importante en la homeostasis mineral al regular los niveles de calcio y fósforo en la sangre.
La desregulación de este proceso puede conducir a trastornos del metabolismo óseo, como la osteoporosis, donde prevalece un exceso de reabsorción ósea sobre la formación, resultando en huesos más frágiles y susceptibles a fracturas. Por otro lado, enfermedades como la hiperparatiroidismo pueden provocar un aumento excesivo en la formación ósea, lo que lleva a complicaciones como cálculos renales y huesos debilitados.
La densidad ósea se refiere a la cantidad de tejido mineralmente denso por unidad de volumen en los huesos. Es un parámetro objetivo que se utiliza comúnmente para ayudar a diagnosticar y monitorear la osteoporosis, una enfermedad caracterizada por huesos débiles y frágiles debido a la pérdida de tejido óseo. La densidad ósea se mide más comúnmente en la columna vertebral, cadera y muñeca utilizando técnicas especializadas como absorciometría dual de energía X-ray (DXA). Un resultado bajo en la densidad ósea indica un mayor riesgo de fracturas óseas.
La resorción ósea, también conocida como reabsorción ósea, es un proceso fisiológico en el que las células especializadas llamadas osteoclastos descomponen y eliminan el tejido óseo existente. Este proceso es fundamental para mantener la salud del hueso, ya que ayuda a remodelar y dar forma al esqueleto, adaptándose a las demandas mecánicas y metabólicas cambiantes del cuerpo.
Sin embargo, un desequilibrio entre la formación y resorción ósea puede llevar a diversas condiciones patológicas, como la osteoporosis, en la que predominan los procesos de resorción sobre la formación, resultando en huesos cada vez más frágiles y susceptibles a fracturas. Por lo tanto, comprender el proceso de resorción ósea es crucial para el diagnóstico y tratamiento de diversas enfermedades óseas.
La médula ósea es el tejido esponjoso y graso que se encuentra en el interior de la mayoría de los huesos largos del cuerpo humano. Es responsable de producir células sanguíneas rojas, blancas y plaquetas. La médula ósea contiene células madre hematopoyéticas, que son las células madre inmaduras capaces de diferenciarse en todos los tipos de células sanguíneas maduras.
Existen dos tipos principales de médula ósea: la médula ósea roja y la médula ósea amarilla. La médula ósea roja es el sitio activo de producción de células sanguíneas, mientras que la médula ósea amarilla está compuesta principalmente por tejido adiposo (grasa). En los recién nacidos y en los niños, la mayor parte del esqueleto contiene médula ósea roja. A medida que las personas envejecen, el cuerpo va reemplazando gradualmente la médula ósea roja con médula ósea amarilla, especialmente en los huesos largos y planos como las costillas, el cráneo y el esternón.
La médula ósea puede verse afectada por diversas condiciones médicas, como anemia, leucemia, linfoma y mieloma múltiple. También puede ser dañada por tratamientos médicos, como la quimioterapia y la radioterapia. En algunos casos, se pueden realizar trasplantes de médula ósea para reemplazar el tejido dañado y restaurar la producción normal de células sanguíneas.